“No podemos combatir la propaganda con censura”
El Gobierno yemení no debería dedicarse a valorar la objetividad del periodismo, pero hay esperanza de conseguir más libertad, según Ahlam Mohsen
Yemen ha acabado —una vez más— al final de la lista del Índice de Libertad de Prensa de este año; concretamente, en el puesto 167 de 180 países. El mundo periodístico yemení está plagado de contradicciones. Tal vez la censura sea menos directa bajo el Gobierno de coalición, pero recientemente ha habido una oleada de ataques contra periodistas y críticos.
Llegué a Yemen —el país en el que nací pero que apenas conocía— desde EE.UU. poco después de que el presidente del país, Alí Abdalá Salé, renunciara a su cargo a principios de 2012. En Estados Unidos yo era activista y no entendía cómo allí no podíamos aguantar ni ocupando un parque, mientras en Yemen derrocaban a un gobierno entero.
Tras la primavera árabe de 2011, los periodistas yemeníes alcanzaron unas cuantas victorias, como la aprobación de la Ley de Acceso a la Información, que insufló nuevas esperanzas en la transparencia de las instituciones gubernamentales. Yemen es el único país árabe, aparte de Jordania, que ha aprobado una ley así. Sin embargo, como ocurrió con el florecimiento fugaz de la libertad de prensa tras la unificación de 1990, los triunfos no siempre son permanentes, ni el progreso necesariamente lineal.
Desde hace ya cuatro meses, el periódico para el que trabajo, el Yemen Times, ha intentado acceder a los contratos petroleros del Gobierno con corporaciones extranjeras y multinacionales. Podríamos intentar la vía de buscar documentos filtrados, pero es importante que nos lleguen directamente del Gobierno para enterarnos de todas las condiciones, aparte de para que sus futuras decisiones sean totalmente transparentes.
A medida que crecen en número los periódicos, emisoras y canales de televisión afiliados a —y financiados por— diversos partidos políticos y personas influyentes, se ha extendido la preocupación por el uso de dichos medios de comunicación para difundir propaganda. El pasado junio el Gobierno cerró el canal de televisión Yemen Today, tras acusarlo de incitar a la hostilidad contra los actuales gobernantes durante la crisis de combustible por la que pasaba el país.
Muchos individuos habitualmente críticos con la censura del Gobierno guardaron silencio en esta ocasión y evitaron condenar la decisión porque el canal pertenecía al antiguo dictador del país. Pero la medida es preocupante. Al permitir que sea el Gobierno quien juzgue qué es un periodismo “objetivo” y qué no lo es, estamos cediendo un poder que debería concernir exclusivamente a la gente. No podemos combatir la propaganda con censura. El Gobierno debe no solo acabar con ella, sino también procesar a quienes acosan y atacan a los periodistas, y evitar así que estos sientan la tentación de autocensurarse: un problema más grave en este país, con diferencia, que la censura directa.
Ser periodista y mujer también conlleva sus problemas. He visto a chicas salir corriendo para cubrir una explosión o un asesinato, conscientes de que, aunque tal vez sean las primeras en llegar al lugar, acabarán rodeadas de soldados preocupados por su presencia y su seguridad mientras ven cómo sus colegas masculinos se les adelantan. El problema está muy arraigado y va ligado de forma más general al futuro de las mujeres. Pero hay mucho por lo que mantener la esperanza, ahora que Yemen se acerca al cupo del 30% de representación femenina en el Gobierno y las mujeres continúan haciendo patente su derecho a ocupar la esfera pública.
Nada es seguro en Yemen a día de hoy. La historia podría desarrollarse de muchas maneras, desde una victoriosa transición a una democracia hasta una posible guerra civil. Aun así, pese a todos los retos y riesgos que supone ser reportero en Yemen, soy optimista con respecto al futuro. La Ley de Libertad de Información es una ley radical que, de acatarse, nos garantizará el derecho a enterarnos de casi todo lo que hace nuestro Gobierno. Si podemos darle significado a esta ley a base de usarla, en lugar de pensar que son simples palabras sobre un papel, los periodistas —y la gente en general— tenemos mucho por lo que mirar al futuro con ilusión.