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El silencio de los medios
Stephen Woodman informa desde la frontera con Texas, donde Twitter se ha convertido en la Ășnica fuente que los capos de la droga no han intervenido
20 Dec 19

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Un soldado se desplaza por una calle de Valladolid, MĂ©xico. Imagen: johrling/Flickr

[/vc_column_text][vc_custom_heading text=”Los cĂĄrteles del narcotrĂĄfico mexicano se han servido de la violencia para silenciar a periodistas locales y convertirlos en peones de sus guerras territoriales. Stephen Woodman informa desde la frontera con Texas, donde Twitter se ha convertido en la Ășnica fuente que los capos de la droga no han intervenido”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

El 3 de mayo de este año, MĂ©xico conmemorarĂĄ una vez mĂĄs el DĂ­a Internacional de la Libertad de Prensa con un despliegue de columnas dedicadas a problemas relacionados con la libertad de expresiĂłn. Pero nadie espera que amaine la crisis mediĂĄtica que tiene sepultada a Tamaulipas, la “tierra del silencio” del paĂ­s, de triste fama.

En este estado fronterizo con Texas, los periĂłdicos guardan silencio sobre la desenfrenada actividad de los cĂĄrteles en la regiĂłn. Como alternativa, los lugareños recurren a cuentas anĂłnimas de Twitter para informar de los Ășltimos tiroteos y sitios.

En un paĂ­s en el que los crĂ­menes contra la prensa tienen en jaque a los medios locales, Tamaulipas ofrece una visiĂłn de pesadilla de lo que les depara el futuro: un estado en el que la violencia y la autocensura han dejado a los ciudadanos en la desinformaciĂłn total.

En diciembre del pasado año dejaron una caja que contenía la cabeza y las manos seccionadas de un hombre sin identificar a la puerta de las oficinas del periódico Expreso de Ciudad Victoria, la capital del estado.

“El miedo es una constante —contĂł a Index un periodista del Expreso a condiciĂłn de mantenerse en el anonimato—. Los criminales saben quiĂ©n eres, dĂłnde vives y cuĂĄntos familiares tienes. Lo saben todo”.

El silencio mediĂĄtico iniciĂł su lento descenso en febrero de 2000 con el asesinato de Luis Roberto Cruz, un reportero de la revista Multicosas, en la ciudad fronteriza de Reynosa. Desde entonces han asesinado a otros trece periodistas en Tamaulipas, segĂșn Article 19, comitĂ© de vigilancia sobre libertad de expresiĂłn.

La violencia se intensificĂł en 2006 cuando unos asaltantes abrieron fuego contra las oficinas del periĂłdico El Mañana en la ciudad de Nuevo Laredo, detonaron una granada y dejaron paralĂ­tico a un periodista. La ComisiĂłn Interamericana de Derechos Humanos describiĂł el suceso como “el primer ataque en utilizar armas y explosivos contra las instalaciones de un medio de comunicaciĂłn durante la guerra del narcotrĂĄfico”.

El apagón mediåtico de Tamaulipas va unido a la ubicación estratégica del estado en la guerra del narco en la que estå sumido el país. Los cårteles llevan mucho tiempo traficando con cocaína y otros tipos de contrabando a través del puerto de Altamira, en la costa del Golfo. Los 17 cruces de frontera con Texas también facilitan acceso al mercado estadounidense de drogas ilegales.

Las guerras por el territorio entre narcofacciones rivales arrasan el territorio desde que Los Zetas, un grupo paramilitar con lazos con el cårtel del Golfo, se desvinculara de sus aliados hace casi 10 años. Desde entonces la prensa local se ha ido convirtiendo en peón en manos de los comandantes de los cårteles.

Los criminales fuerzan a las personas que trabajan en medios de comunicaciĂłn a limitar la difusiĂłn de la violencia, de modo que puedan continuar sus actividades ilegales sin interrupciones y sin que el Gobierno despliegue mĂĄs tropas o fuerzas policiales.

Sin embargo, en ocasiones los cårteles cometen actos deliberados de violencia para forzar una respuesta enérgica del Gobierno, una pråctica conocida como «calentar» el territorio de un rival. En esas ocasiones, operativos de los cårteles exigen a los periódicos que envíen a sus reporteros a cubrir la noticia.

Ciertos periodistas amenazados, conocidos como “enlaces”, dirigen estas prĂĄcticas de abuso editorial. Los enlaces trabajan para los cĂĄrteles y se aseguran de que los periĂłdicos publiquen algunas noticias y censuren otras.

Este elaborado sistema se expandiĂł en respuesta a la intensidad del conflicto entre cĂĄrteles de Tamaulipas, explica Guadalupe Correa, autora del libro Los Zetas Inc.: “Hay grupos que estĂĄn intensamente militarizados y el Gobierno va tas ellos. Eso genera alicientes para controlar la informaciĂłn como si se tratase de una guerra entre ejĂ©rcitos”.

Las restricciones a la prensa hacen que muchos medios recurran a reporteros ciudadanos como la Loba Indomable.

Loba declarĂł para Index que lo que la motiva es un deseo de mantener a salvo a los ciudadanos respetuosos con la ley. Con todo, admite que el periodismo ciudadano tiene importantes desventajas: “No todas las cuentas de las redes sociales son de fiar. Hay cuentas que dicen estar vinculadas al ejĂ©rcito, pero no es cierto. Yo sĂ© que son falsas, pero hay quienes tal vez caigan en la trampa”.

En los Ășltimos años, los cĂĄrteles han intensificado sus ataques contra reporteros que trabajan en internet, Loba incluida.

Pero los jefes de los cĂĄrteles no son la Ășnica amenaza a la libertad de prensa de Tamaulipas. Los polĂ­ticos tambiĂ©n estĂĄn decididos a silenciar las voces que se muestran crĂ­ticas con ellos.

En enero del año pasado, unos asaltantes enmascarados asesinaron a puñaladas al columnista político Carlos Domínguez dentro de su coche, en un semåforo en rojo de Nuevo Laredo. El hijo del reportero fallecido, que también se llama Carlos Domínguez, cree que quien se halla tras el asesinato es el exalcalde de Nuevo Laredo. Arrestaron a seis sospechosos en conexión con el crimen, incluidos tres periodistas y el sobrino del exalcalde.

DomĂ­nguez explicĂł a Index que escribir sobre polĂ­ticos era mĂĄs peligroso para los periodistas que informar sobre los narcos, especialmente dado que los lĂ­mites entre unos y otros cada vez son mĂĄs difusos. SegĂșn dice: “Como sigan atacando a reporteros, se acabarĂĄ cualquier tipo de informaciĂłn que le resulte molesta al Gobierno. No podemos afirmar que vivimos en una democracia si la libertad de expresiĂłn no estĂĄ garantizada”.

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Tamaulipas no es el Ășnico estado mexicano en el que los medios locales son vĂ­ctimas de los cĂĄrteles y los cargos polĂ­ticos.

SegĂșn Article 19, 122 periodistas han resultado muertos en relaciĂłn con su trabajo en el paĂ­s desde el año 2000. Tres de cada cuatro de estos asesinatos se dieron en la frontera norte o en los estados del sur.

Plagadas de cårteles atraídos por sus pasos fronterizos y puertos marítimos, estas regiones sufren también una corrupción política generalizada.

En este entorno los periodistas locales sufren especial peligro: son el 95% de los asesinados por su trabajo informando para medios de comunicaciĂłn locales, segĂșn el ComitĂ© para la ProtecciĂłn de los Periodistas. Dada esta tendencia, el peligro de que surjan mĂĄs “zonas del silencio” en MĂ©xico es real.

El estado fronterizo de Chihuahua copó los titulares internacionales en 2017 cuando su diario mås importante, Norte de Ciudad Juårez, cerró por motivos de seguridad. La publicación regresó con 15 ediciones especiales el año pasado, pero no ha recuperado la circulación diaria.

Donde mĂĄs se ha disparado la violencia contra la prensa mexicana en los Ășltimos años es la regiĂłn pobre del sur. En el estado de Guerrero, los grupos criminales han buscado controlar cada vez mĂĄs los medios locales a medida que la regiĂłn se convierte en la principal proveedora de heroĂ­na de EE. UU.

Pero ninguna regiĂłn se ha deteriorado tanto como el estado suroriental de Veracruz, que en 2012 se convirtiĂł en el punto mĂĄs mortĂ­fero para los periodistas del paĂ­s. Justo debajo de Tamaulipas en el mapa, el estado tiene en comĂșn con este Ășltimo el problema con los cĂĄrteles que asolan la costa del Golfo. Sin embargo, muchos reporteros de Veracruz siguen cubriendo tiroteos y masacres, en contraste con la actuaciĂłn de sus colegas de Tamaulipas.

SegĂșn un informe de 2017 de la ComisiĂłn Interamericana de Derechos Humanos, “un sector pequeño de la prensa se mantuvo en sus trece e informĂł sobre estos incidentes”.

La negativa a aplicar la censura les ha salido cara. Diecisiete reporteros fueron asesinados desde 2010 hasta 2016, durante el mandato de Javier Duarte, exgobernador del estado, que actualmente cumple una condena de nueve años de prisión por corrupción.

“Durante el mandato de Duarte, redactar algunas noticias era como firmar tu propia sentencia de muerte”, explica Santos SolĂ­s, director general del periĂłdico digital Oye Veracruz.

SegĂșn SolĂ­s, el “periodismo del miedo” que promovĂ­a Duarte ha persistido a pesar de su destituciĂłn del cargo: “Si el Gobierno no actĂșa, terminaremos como en Tamaulipas”, predice.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Stephen Woodman es editor colaborador en MĂ©xico para Index on Censorship. Vive en Guadalajara.

TraducciĂłn de Arrate Hidalgo[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][/vc_column][/vc_row]