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Enfrentarse a la primera línea
Los periodistas iraquíes están sometidos a ataques desde todos las direcciones. Una serie de programas de seguridad ofrece ahora entrenamiento para reporteros de guerra y periodistas que necesiten luchar contra las amenazas constantes y el peligro en el entorno urbano. Informa la formadora y periodista Laura Silvia Battaglia.
31 Jul 19
Journalists attend a workshop on conflict reporting in Sulaymaniyah, Iraq. Pic by Bnar Sardar

Journalists attend a workshop on conflict reporting in Sulaymaniyah, Iraq. Pic by Bnar Sardar

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Journalists attend a workshop on conflict reporting in Sulaymaniyah, Iraq. Pic by Bnar Sardar

Journalists attend a workshop on conflict reporting in Sulaymaniyah, Iraq. Pic by Bnar Sardar

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Mahmud al-Hasnawi, un periodista y presentador de televisión iraquí, se pone en pie en la sala de entrenamiento: “Para seros sincero, es la primera vez que me doy cuenta de la necesidad de unas normas de seguridad para periodistas en el terreno. Nadie me lo había explicado nunca. He estado con el ejército iraquí en el campo de batalla contra el EI varias veces, pero lo único que tenía era un chaleco antibalas y mi cámara. Si me mato, les da igual”. Al-Hasnawi es un joven periodista iraquí de gran talento, oriundo de Kerbala, la ciudad santa de los chiíes iraquíes y una de las más importantes del país. Antes trabajaba como presentador para el canal de televisión local. En abril de 2014 empezó a contemplar la idea de realizar reportajes sobre el ejército iraquí en el frente contra el EI. Un par de meses más tarde cubría la batalla de Babel, antes de marcharse a Ramadi.

Al-Hasnawi completó un entrenamiento de cinco días que imparte el Centro de Medios de Comunicación Independientes de Kurdistán, uno de las docenas de cursos para periodistas iraquíes en Erbil, Basora y Kerbala. Se entrenan destrezas como analizar el entorno para identificar peligros, reconocer tipos de armas por el sonido de las balas, utilizar armaduras corporales, ayudarse de la dark web para mayor seguridad y hackeo o pirateo básico.

También aprendió a administrar primeros auxilios en el campo de batalla. «Ahora sé cómo realizar la reanimación cardiopulmonar y cortar una hemorragia si el EI me lanza una granada y resulto herido», explica. Su entrenamiento como periodista preparado para la guerra podría salvarle la vida. También es muy importante que los reporteros actúen con precaución durante una manifestación o tras un atentado suicida, no solo seleccionando el mejor ángulo para sacar fotos, sino también evitando el arresto, el gas lacrimógeno o acabar atrapados en una segunda explosión. “Una vez, estando en el lugar de una explosión, me dio miedo salir corriendo hacia el coche que acababa de estallar. Resultó ser una buena corazonada, porque hubo una segunda explosión, pero nadie me había explicado nunca dónde tenía que ponerme en el escenario de un atentado”, cuenta al-Hasnawi.

Fue uno de los 75 periodistas iraquíes (15 por grupo) que hicieron el curso del pasado octubre. Los 13 hombres y dos mujeres que asistieron al entrenamiento en Kerbala pidieron expresamente que la formación también cubriese trastornos psicológicos. Así pues, el cursillo también se centró en cómo minimizar el estrés, el trastorno de estrés postraumático y el trauma vicario. Al final de las sesiones, los periodistas pidieron que las organizaciones internacionales mostraran un mayor compromiso con la oferta de formación en Irak y otros países, como el Líbano, Turquía o Jordania.

El entrenamiento en cuestiones de seguridad se ha vuelto aún más vital, ahora que un nuevo frente interno con el EI ha provocado la inserción de periodistas locales poco preparados en el ejército del país o entre los peshmerga, en el Kurdistán iraquí. Muchos de los periodistas entrevistados aseguraron que entre sus experiencias de inserción estaba ser conducidos al frente por las tropas iraquíes sin saber exactamente dónde estaban ni cuánto tiempo se iban a quedar. Además, nunca recibieron entrenamiento de seguridad de ningún tipo, desconocían el uso adecuado de aparatos electrónicos en el campo de batalla y nunca habían firmado contrato alguno con el ejército. La mayoría afirma que únicamente se les dio un chaleco antibalas bastante ligero y, a veces, un casco. Pocos saben cómo salvarle la vida a un compañero en la batalla. Entre los periodistas se da también una ignorancia casi total en cuanto a encriptación de datos (see Stephen Grey on page 58), además de cierta preocupación en lo concerniente a utilizarla, por miedo a que el ejército, la policía o las milicias los acusen de actividades terroristas.

La Organización de Mujeres por la Paz, perteneciente a un grupo más amplio de ONG locales, como el foro de mujeres periodistas iraquíes, solicitó dos cursos en Bagdad: uno para periodistas centrados en derechos humanos y activistas menores de 30 años; el segundo, para mujeres que se dedican al periodismo. Muchas de las que acudieron a las sesiones han solicitado después una formación más intensiva.

Entre las estudiantes se encuentra Hala Almansur, periodista de 40 años afincada en Basora. En un principio se mostró reacia a contar su historia, pero al terminar el curso, dijo: «Fui testigo de asesinatos y muertes en Basora durante la guerra. Pedí ayuda psicológica y me ayudó mucho. Ahora intento ayudar a otras mujeres en la misma situación. El problema es que Irak está volviendo a pasar por una época difícil y estoy harta de toda la corrupción que hay en esta sociedad y de las amenazas que sufren civiles y periodistas. Quiero aprender a defenderme».

Almansur, como la mayoría de los periodistas del taller, trabaja en un medio local. Los miembros de más edad y más experimentados del grupo habían trabajado como guías locales para medios internacionales durante la ocupación estadounidense, o como traductores para las tropas de EE.UU. o el ejército británico en la primera Guerra del Golfo. Más tarde, muchos corrieron el riesgo de ser etiquetados de “colaboradores”. En la mayoría de los casos, esa amenaza provenía de las milicias.

Otro asistente al taller fue Tarik Alturfi, de 40 años. Experimentado periodista para Alamda Press, en Kerbala, está casado con una compañera de profesión, con quien tiene un hijo pequeño. Solo una vez estuvo en el frente contra el EI: “Llevo 20 años cubriendo noticias desde Irak y el área de Kerbala. Me apunté a este taller porque todos los días tenemos que vérnoslas con las milicias. El EI no es el peor de nuestros problemas”. Alturfi está firmemente comprometido con el periodismo imparcial. “Los periodistas tienen que defender al pueblo iraquí, no a los ladrones y criminales que están sentados en el parlamento”, denuncia. Alturfi cuenta que las milicias locales lo secuestraron en 2010 por “escribir un artículo sobre un político local, subrayando su falta de responsabilidad al no proteger el área de Kerbala”. Un grupo de hombres de la zona raptaron a Alturfi, lo retuvieron durante una noche en una ubicación secreta, lo colgaron del tejado y lo torturaron. Después lo soltaron, tras hacerle prometer que “se portaría mejor”. Aún sonríe, pero el trauma está ahí.

Hay muy pocos periodistas independientes en Irak. Es difícil ganarse la vida como autónomo sin trabajar para medios panárabes o cadenas internacionales como Al Jazeera o Al Arabia, Vice o la BBC. Los periodistas extranjeros que trabajan en Irak también corren riesgo de amenazas y, a veces, detenciones a cargo de la policía o el ejército iraquí. En 2013, el periodista francés-australiano Nadir Dendoune estuvo tres semanas detenido por sacar fotos en una zona restringida de Bagdad. El gobierno disuade firmemente la difusión de noticias sobre temas como la corrupción, la contaminación por uranio empobrecido o las amenazas contra periodistas o activistas.

La situación de los periodistas independientes iraquíes es muchísimo peor que la de los europeos y estadounidenses, según el Comité por la Protección de los Periodistas. La Rory Peck Trust, que se dedica a ofrecer apoyo a periodistas independientes, expone que los reporteros afincados en la localidad son quienes más amenazas reciben con diferencia, además de ser víctimas de la inmensa mayoría de los asesinatos, encarcelamientos y secuestros. La organización apela a gobiernos, combatientes y grupos internacionales para que respeten la neutralidad de los periodistas y pongan fin inmediato a este ciclo de impunidad.

Es indudable que las organizaciones internacionales tienen el deber de facilitar entrenamiento de seguridad a los periodistas y activistas iraquíes en zonas de riesgo. La clave para alentar a la libertad de prensa en uno de los estados más corruptos de Oriente Medio, según Transparencia Internacional, es apoyar a los activistas y reporteros que no quieran depender de partidos políticos o intereses sectarios.

La sociedad civil iraquí se ha organizado en pequeñas asociaciones, como colectivos de mujeres, sindicatos o grupos de ciberactivistas, todos ellos con la intención de tomar parte activa en el funcionamiento del país. Todos ellos necesitan protección.

En ocasiones, como formadora en cuestiones de seguridad, me topo con periodistas iraquíes que creen no necesitar un entrenamiento de este tipo. Por lo general contestan cosas como: “No nos hace falta. Somos iraquíes”.

Frases así dan fe de la capacidad de resistencia de quienes aún viven en Irak, pero un periodismo local de calidad es vital para que el pueblo iraquí sepa lo que está pasando en su país. Por eso es necesario que los periodistas sigan protegiéndose para poder hacer su trabajo.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Laura Silvia Battaglia realiza reportajes desde Irak, Italia y Yemen. Desde 2007 ha trabajado como reportera en zonas de conflicto como el Líbano, Israel y Palestina, Afganistán, Kósovo, Egipto, Túnez, Libia, Irak, Irán, Yemen y la frontera siria. Ha producido seis documentales en vídeo. El primero de ellos, titulado Maria Grazia Cutuli Il Prezzo Della Verità, ganó el Premio Giancarlo Siani de 2010.

Traducción de Arrate Hidalgo Sánchez[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]