Wider definition of harm can be manipulated to restrict media freedom

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Index on Censorship welcomes a report by the House of Commons Digital, Culture, Media and Sport select committee into disinformation and fake news that calls for greater transparency on social media companies’ decision making processes, on who posts political advertising and on use of personal data. However, we remain concerned about attempts by government to establish systems that would regulate “harmful” content online given there remains no agreed definition of harm in this context beyond those which are already illegal.

Despite a number of reports, including the government’s Internet Safety Strategy green paper, that have examined the issue over the past year, none have yet been able to come up with a definition of harmful content that goes beyond definitions of speech and expression that are already illegal. DCMS recognises this in its report when it quotes the Secretary of State Jeremy Wright discussing “the difficulties surrounding the definition.” Despite acknowledging this, the report’s authors nevertheless expect “technical experts” to be able to set out “what constitutes harmful content” that will be overseen by an independent regulator.

International experience shows that in practice it is extremely difficult to define harmful content in such a way that would target only “bad speech”. Last year, for example, activists in Vietnam wrote an open letter to Facebook complaining that Facebook’s system of automatically pulling content if enough people complained could “silence human rights activists and citizen journalists in Vietnam”, while Facebook has shut down the livestreams of people in the United States using the platform as a tool to document their experiences of police violence.

“It is vital that any new system created for regulating social media protects freedom of expression, rather than introducing new restrictions on speech by the back door,” said Index on Censorship chief executive Jodie Ginsberg. “We already have laws to deal with harassment, incitement to violence, and incitement to hatred. Even well-intentioned laws meant to tackle hateful views online often end up hurting the minority groups they are meant to protect, stifle public debate, and limit the public’s ability to hold the powerful to account.”

The select committee report provides the example of Germany as a country that has legislated against harmful content on tech platforms. However, it fails to mention the German Network Reinforcement Act was legislating on content that was already considered illegal, nor the widespread criticism of the law that included the UN rapporteur on freedom of expression and groups such as Human Rights Watch. It also cites the fact that one in six of Facebook’s moderators now works in Germany as “practical evidence that legislation can work.”

“The existence of more moderators is not evidence that the laws work,” said Ginsberg. “Evidence would be if more harmful content had been removed and if lawful speech flourished. Given that there is no effective mechanism for challenging decisions made by operators, it is impossible to tell how much lawful content is being removed in Germany. But the fact that Russia, Singapore and the Philippines have all cited the German law as a positive example of ways to restrict content online should give us pause.”

Index has reported on various examples of the German law being applied incorrectly, including the removal of a tweet of journalist Martin Eimermacher criticising the double standards of tabloid newspaper Bild Zeitung and the blocking of the Twitter account of German satirical magazine Titanic. The Association of German Journalists (DJV) has said the Twitter move amounted to censorship, adding it had warned of this danger when the German law was drawn up.

Index is also concerned about the continued calls for tools to distinguish between “quality journalism” and unreliable sources, most recently in the Cairncross Review. While we recognise that the ability to do this as individuals and through education is key to democracy, we are worried that a reliance on a labelling system could create false positives, and mean that smaller or newer journalism outfits would find themselves rejected by the system.

About Index on Censorship

Index on Censorship is a UK-based nonprofit that campaigns against censorship and promotes free expression worldwide. Founded in 1972, Index has published some of the world’s leading writers and artists in its award-winning quarterly magazine, including Nadine Gordimer, Mario Vargas Llosa, Samuel Beckett and Kurt Vonnegut. Index promotes debate, monitors threats to free speech and supports individuals through its annual awards and fellowship programme.

Contact: [email protected][/vc_column_text][vc_basic_grid post_type=”post” max_items=”4″ element_width=”6″ grid_id=”vc_gid:1550487607611-2c41f248-b775-10″ taxonomies=”6534″][/vc_column][/vc_row]

Instrumentos de resistencia

[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”Los egipcios lograron hacer oír sus voces alrededor del mundo durante el levantamiento, pese a las restricciones a internet impuestas por el gobierno. Jillian C York informa”][vc_row_inner][vc_column_inner][vc_column_text]

La bandera egipcia ondea en la plaza Tahrir, Egipto, durante las manifestaciones de 2011, Maged Helal/Flickr

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En el mundo árabe, la censura en internet es lo normal. Solo un puñado de gobiernos han conseguido evitar la tentación de filtrar el acceso público a webs políticas y redes sociales. Hasta finales de enero, Egipto se contaba entre estos gobiernos, contentándose con vigilar el tráfico y arrestar a blogueros, pero sin denegar el acceso.

Tras el levantamiento popular, dejó de ser así. El 26 de enero, solo 24 horas después de que comenzaran las manifestaciones, Egipto puso un veto a Facebook en todos los proveedores de servicios de internet (ISP). Al día siguiente le tocó a Twitter y, al otro, internet al completo.

La decisión del gobierno de cortar el acceso a internet es un claro indicio de que este lo veía como una posible amenaza: antes de que empezasen las manifestaciones, los egipcios expertos en redes y política habían estado utilizando su influencia para coordinar protestas, sin dejar de lado las actividades en el mundo analógico. Grupos populares de Facebook como «Todos Somos Jaled Said» bullían de actividad. En cierto momento se publicó un documento de Google para guardar los datos de contacto de los miembros del grupo, en caso de que se bloquease Facebook. Pocos sospechaban que la prohibición se extendería a todo internet.

Del 28 al 31 de enero, una valiente ISP, Noor, siguió conectada. Entre sus usuarios se encontraban periodistas y activistas locales que tuitearon todo lo que pudieron, compartiendo información que recibían de amigos que les llamaban por teléfono desde las calles. Los geeks egipcios se movilizaron rápidamente para montar conexiones de módem por línea conmutada y publicaron los detalles en blogs.

Entonces, el 1 de febrero temprano, desconectaron Noor también —el último bastión de conexión—, dejando a los egipcios y, por extensión, a buena parte del mundo a oscuras. Sin noticias de las calles, muchos de los que observaban estaban confusos, sin saber en qué canales de información podían confiar. Google y Twitter no tardaron en publicar un comunicado conjunto, explicando en detalle un nuevo servicio que permitiría a cualquier persona en Egipto llamar a un número internacional y dejar un mensaje de voz que después se haría llegar a todo el mundo a través de Twitter. A pesar de que el servicio recibió algunas llamadas, y de que la comunidad internacional traducía rápidamente tuits del árabe al inglés, la ausencia de conexión a internet significaba que no había mucho que nadie pudiera hacer para asegurarse de que los egipcios se enteraban de la iniciativa.

Por supuesto, aun sin internet, las protestas continuaron. Pese a la prohibición de SMS y redes de móvil, miles se congregaron en la plaza Tahrir y en espacios públicos alrededor de Egipto. Cuando volvió la conexión a internet el 3 de febrero, algunas personas afirmaron que si habían tomado las calles fue precisamente por el apagón: al no poder escribir y compartir con el mundo lo que estaba pasando, decidieron formar parte.

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Aunque puede que internet nunca sea la gota que colme el vaso, tampoco debemos menospreciar su papel. Ahí está, por ejemplo, el documento de Google que subieron a Facebook el 22 de enero. Ese documento —como su homólogo en papel, un panfleto que circuló por las calles de El Cairo— compartía información logística, como qué hacer en caso de gas lacrimógeno y dónde reunirse en el centro de la ciudad. Pero, al contrario que su primo de papel, el documento digital no costaba dinero y podía actualizarse fácilmente a tiempo real, de forma colaborativa, facilitándole las cosas a su creador. Lo mismo puede decirse de Facebook: antes de su aparición, los activistas tenían que hacer unas 30 o 40 llamadas de teléfono cada vez que organizaban algo; ahora una actualización de Facebook puede llegar a miles de personas. De hecho, una actualización para las protestas programadas para el 28 de enero recibió 400.000 respuestas.

No es solo el activismo, sino también la diseminación de información lo que convierte a internet en un elemento clave de estos tiempos de agitación. En Túnez, las protestas proliferaron durante casi tres semanas antes de que se hicieran eco los medios internacionales, pero eso no impidió que los internautas tunecinos siguieran informando. Varios periodistas locales llenaron las lagunas de información publicando fotos en blogs, subiendo vídeos a Facebook y, sí, tuiteando. Los medios de comunicación, a medida que comenzaban a informar sobre los disturbios, se percataron de lo valiosos que eran estos reporteros locales, y a menudo utilizaban sus actualizaciones como fuentes principales.

Al Jazeera, en concreto, cumplió una función especial gracias a su capacidad de difusión por satélite a Túnez, a menudo incluyendo contenido de las redes sociales en sus informativos.

El regreso de internet a Egipto el 3 de febrero coincidió con espantosas escenas de violencia, mayoritariamente perpetrada por matones a sueldo pro-Mubarak. Aunque para entonces los medios ya habían descendido sobre El Cairo, cuando al atardecer los reporteros se retiraban a sus hoteles, cumpliendo el toque de queda en vigor en todo el país, fueron los valientes manifestantes, móviles en mano, los que pudieron informar desde las calles. Y fueron sus voces, las voces de la gente de Egipto, las que se escucharon alrededor del mundo.

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 Jillian C York es investigadora y bloguera especializada en la censura de internet en Oriente Próximo y el norte de África.

This article originally appeared in the spring 2011 issue of Index on Censorship magazine

Traducción de Arrate Hidalgo

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row content_placement=”top”][vc_column width=”1/3″][vc_custom_heading text=”The net effect” font_container=”tag:p|font_size:24|text_align:left” link=”url:https%3A%2F%2Fwww.indexoncensorship.org%2F2011%2F03%2Fthe-net-effect-2%2F|||”][vc_column_text]Our special report explores how technology continues to transform the culture of activism, but also how it’s not popular to view it more cautiously as past of a long game.

With: Evgeny Morozov; Danny O’Brien; Dubravka Ugresic[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=”1/3″][vc_single_image image=”89160″ img_size=”medium” alignment=”center” onclick=”custom_link” link=” https://www.indexoncensorship.org/2011/03/the-net-effect-2/”][/vc_column][vc_column width=”1/3″ css=”.vc_custom_1481888488328{padding-bottom: 50px !important;}”][vc_custom_heading text=”Subscribe” font_container=”tag:p|font_size:24|text_align:left” link=”url:https%3A%2F%2Fwww.indexoncensorship.org%2Fsubscribe%2F|||”][vc_column_text]In print, online. In your mailbox, on your iPad.

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Detectives digitales

[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”La tecnología de fácil manejo está ayudando a los periodistas africanos en sus investigaciones, incluso con presupuestos limitados, informa Raymond Joseph
“][vc_row_inner][vc_column_inner][vc_column_text]

En África, los drones se están utilizando en nuevos estilos de periodismo, Mavik/Flickr

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En lo más profundo de la provincia de Mpumalanga, al extremo noreste de Sudáfrica, un periódico sin apenas recursos está utilizando una combinación de alta tecnología y sistemas más rudimentarios para mejorar las vidas de las comunidades a las que abastece. También ha introducido una forma de hacer periodismo pionera e innovadora, que no solo sitúa a sus lectores al centro de su cobertura, sino que también los involucra directamente en las operaciones de recopilación de noticias.

Lo que está haciendo este periódico supone una lección para medios de comunicación más establecidos que buscan nuevas fuentes de ingresos no tradicionales, y los cuales, en la era del periódico digital y en red, lo están pasando mal para sobrevivir y no perder relevancia.

Ziwaphi, este periódico de carácter comunitario, se distribuye a comunidades en el distrito Nkomazi, situado en el epicentro de la pandemia de sida en Sudáfrica, donde hay poco acceso a la cobertura informativa. Uno de los mayores problemas de la zona son las corrientes contaminadas con aguas residuales. Las mujeres y niñas pasan horas cada día recogiendo agua de los ríos para beber, cocinar y lavar, pero a menudo estos ríos también se utilizan para el vertido de residuos humanos. Esto hace que en ocasiones se disparen los casos de E. coli, provocando diarreas. Y, cada pocos años, hay un brote de cólera.

Gracias a una subvención y a la asistencia técnica de African Media Initiative (AMI), punta de lanza de las iniciativas por arraigar el periodismo de datos en las redacciones africanas, Ziwaphi está colocando smartphones viejos, metidos en botellas de plástico transparente, en ríos de la zona. Los teléfonos funcionan como rudimentarios microscopios electrónicos, al utilizar sus cámaras para sacar fotos corrientes con flash. Después, se recogen estas fotografías, se magnifican y se comparan con imágenes de una base de datos existente para detectar niveles peligrosos de E. coli. Luego se envían los resultados a las residentes por SMS, informándolas de dónde es seguro recoger agua.

Cerrando el círculo, el periódico analiza los datos en tiempo real para detectar tendencias e incluso, con suerte, triangular las fuentes de contaminación.

Una vez al mes, Ziwaphi publica un análisis detallado basado en los resultados que se comparte con otros periódicos de la comunidad y con las emisoras de radio locales. Así esperan que la información pueda empoderar a la gente de la región y obligar al gobierno a abastecerla de agua limpia y servicios de saneamiento. Los lectores de Ziwaphi también ayudan a recolectar información por medio de una app móvil de avisos de ciudadanos, que complementa así los datos de los smartphones con relatos de testigos sobre los impactos de la polución y las posibles fuentes de contaminación.

«El total del proyecto solo costó 20.000 dólares, incluido un modesto salario para un reportero especializado en salud a tiempo completo durante un año», explica Justin Arenstein, encargado de estrategia para AMI. «Pero lo importante, desde un punto de vista de sostenibilidad mediática, es que Ziwaphi está utilizando el proyecto del agua para construir el esqueleto digital que necesitará para sobrevivir en el futuro próximo».

Hasta hace poco, África se encontraba a la zaga del resto del mundo en lo concerniente a internet por los altos costes de acceso. Hoy, el despliegue de nuevos cables submarinos está contribuyendo a abaratar el coste de la conectividad, especialmente en el este y el sur del continente. Esto ha dado pie a una nueva y emocionante era periodística, con una explosión de ideas e innovaciones que están produciendo herramientas para lo que se han venido a denominar «noticias útiles». Los medios tradicionales están intentando conectar cada vez más con la ciudadanía, involucrarla en la búsqueda de noticias y en los procesos de producción de contenido. El proyecto de los móviles en botellas es un ejemplo de lo que se puede conseguir con recursos limitados.

En Kenia, Radio Group, la tercera entidad mediática en tamaño, ha puesto en funcionamiento Star Health, el primero en una serie de kits de herramientas para ayudar a los lectores a comprobar fácilmente la reputación de los médicos y descubrir si alguna vez han sido declarados culpables de negligencia. Se dio un caso en el que un hombre que estaba ejerciendo como médico resultó ser veterinario.

La plataforma, que ha demostrado ser todo un éxito en un país en el que los doctores poco fiables son un problema extendido, también ayuda a los usuarios a localizar especialistas médicos en su centro de salud más cercano. Además, puede utilizarse para comprobar qué medicinas están cubiertas por el sistema nacional de salud. Es de destacar que los resultados de las consultas en Star Health se envían a través de un servicio Premium de SMS que genera un flujo de ingresos crucial en estos tiempos en los que los medios de comunicación se han visto obligados a diversificar modelos de financiación ajenos a la publicidad y, en algunos casos, a la venta de ejemplares.

«Estas herramientas no reemplazan al periodismo tradicional, sino que mejoran el reportaje periodístico al ayudar a los lectores, por ejemplo, a descubrir cómo una noticia nacional sobre médicos estafadores les afecta personalmente», indica Arenstein. Las noticias han de ser personales y prácticas, y deberían convertirse en parte importante de las estrategias de transformación digital de los medios de comunicación, subraya.

La realidad del periodismo hoy día es que, aunque los medios de difusión no cuenten con el público masivo de los medios tradicionales, cualquier persona con un smartphone o conocimientos digitales básicos puede convertirse en «editor».

En Nigeria, por ejemplo, la comunidad online Sahara tiene más de un millón de seguidores en redes sociales, muchos más que muchas entidades tradicionales. El reto en un futuro será para las redacciones, que habrán de aprovechar estas redes comunitarias sin perder de vista el hecho de que la voz de la ciudadanía ha de seguir siendo central.

Un proyecto pionero en la aislada región nigeriana del Delta ha visto trabajar a los medios convencionales junto a una red ya existente de información ciudadana, Naija Voices, en la introducción de drones a control remoto con cámaras incorporadas que detecten y vigilen posibles vertidos de crudo destructivos del medio ambiente. El plan es distribuir las grabaciones a los principales canales de televisión y a periódicos colaboradores en Lagos y Abuja. Esto facilitará a la prensa un alcance sin precedentes a partes del país que hasta ahora han sido prácticamente inaccesibles.

Los drones de alas fijas son relativamente baratos y fáciles de manejar, pero también se estrellan de vez en cuando. «Conseguir partes nuevas, como las alas o piezas del fuselaje, sería caro y llevaría mucho tiempo, así que estamos experimentando con impresoras 3D para generar piezas in situ y según las necesitemos», explica Arenstein.

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Este experimento de información ciudadana parte de la labor de AfricaSkyCam, que lleva un año experimentando con drones en Kenia como parte de «la primera cámara aérea para una sala de redacción africana». SkyCam usa drones y globos equipados con cámaras para ayudar a los medios que no pueden permitirse helicópteros a cubrir noticias de última hora en situaciones peligrosas o ubicaciones de difícil acceso.

En Sudáfrica, el Oxpeckers Center for Investigative Environmental Reporting está utilizando «geo-periodismo» y otras técnicas de mapping para amplificar el alcance de su labor periodística y analizar noticias como la caza furtiva de rinocerontes y la caza de leones en recintos cerrados —se crían leones mansos para que adinerados cazadores de trofeos les disparen—. Las investigaciones ayudan a desvelar tendencias o vínculos con sindicatos del crimen, y a la cobertura de Oxpeckers Center se ha atribuido el fomento de una reciente prohibición de la caza en recintos cerrados en Botswana. También han contribuido a la redacción de leyes sobre el comercio de productos del rinoceronte y otras especies salvajes en China y Mozambique.

Pero lo cierto es que las redacciones africanas con pocos recursos no suelen contar con la tecnología ni los conocimientos digitales para construir nuevas herramientas online.

Es por ello por lo que el programa de innovación digital de AMI —e iniciativas similares por parte de Google, la fundación Bill & Melinda Gates y benefactores de menor envergadura como Indigo Trust— están construyendo sistemas de apoyo externo para ayudar a las redacciones de estos medios a dar el salto a un futuro digital.

Estos donantes también se están centrando en introducir los nuevos enfoques del periodismo de datos en medios tradicionales. Están ayudando a los periodistas a utilizar información digital de acceso público, proveniente de fuentes como censos o presupuestos del gobierno, para construir herramientas que asistan a la ciudadanía en la toma de decisiones más informadas sobre problemas que que les afectan a diario.

Entre quienes están ayudando a impulsar este enfoque desde las nuevas tecnologías está Code for Africa, una red de laboratorios tecnológicos municipales para países de todo el continente que tienen como objetivo fomentar la innovación y trabajar con medios y redes de periodismo ciudadano, de modo que puedan superar la brecha digital.

Code for South Africa (C4SA) está ayudando a todos, desde el periódico Ziwaphi —con sede en un barrio marginal producto del apartheid— y su proyecto de alertas de cólera, hasta medios nacionales de comunicación, como el Mail & Guardian o el City Press.

«Los medios saben que están en crisis. Ven amenazado su modelo de negocio basado en la publicidad a medida que su público se pasa a internet, pero la innovación digital sigue siendo difícil de vender», afirma Adi Eyal, director de C4SA. «El progreso es horriblemente lento porque muchos dueños de medios africanos se muestran indecisos a la hora de invertir sin antes saber cómo generarán ingresos estos nuevos modelos.

»A consecuencia de ello, la mayoría de lo que las redacciones sudafricanas llaman periodismo de datos de producción propia, en realidad, no es más que visualización. Están creando muy poca información útil y prácticamente nada en lo que se refiere a herramientas informativas que la gente pueda usar en la toma de decisiones. La inversión en un solo proyecto es significativa, así que es importante que las herramientas que se están elaborando sean duraderas, para que las redacciones puedan utilizarlas para informar sobre problemas y la gente pueda actuar».

El progreso será extremadamente lento, pero aun así los cimientos se van colocando poco a poco, a medida que los «rizomas» —conjuntos de datos de todas partes de África— se recolectan y cotejan en el portal African Open Data, para que sean utilizados tanto por periodistas de redacción como por gente que sepa programar. Tener estos datos supone la posibilidad de crear aplicaciones y herramientas que servirán para construir comunidades y generar ingresos.

C4SA también está construyendo la infraestructura «invisible» de soporte para ayudar a las redacciones a construir nuevas herramientas de forma rápida y barata. Esto incluye el apoyo a iniciativas como OpenAfrica, que ayuda a las redacciones a digitalizar y extraer datos de documentos fuente. C4SA también ha construido una serie de interfaces de programación de aplicaciones (API) de lectura mecánica ricas en datos que los periodistas pueden incorporar fácilmente a sus apps de móvil o páginas web. Las API accionan herramientas como WaziMap, que utiliza censos, elecciones y otros datos para ayudar a los periodistas a investigar a fondo las estructuras de las comunidades a nivel de distritos locales. Cada uno de estos recursos es una herramienta no solo para los medios, sino también para activistas ciudadanos y vigilantes del interés público, afirman Arenstein.

En una columna reciente sobre el futuro de los periódicos, Ferial Haffajee, editor de City Press, un periódico dominical sudafricano que está pasando por dificultades para reinventarse en la era digital, escribía: «Nada es lo que era. Casi nada es lo que parece. Tenemos un futuro, y es muy seductor». Y solo hace falta ver los smartphones en botellas y los drones impresos en 3D para entender que este futuro se está convirtiendo, redacción a redacción, proyecto a proyecto, en realidad.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Raymond Joseph es un periodista independiente con base en Ciudad del Cabo. Está en el consejo de Big Issue Sudáfrica y tuitea en @rayjoe

This article originally appeared in the autumn 2014 issue of Index on Censorship magazine

Traducción de Arrate Hidalgo

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row content_placement=”top”][vc_column width=”1/3″][vc_custom_heading text=”Seeing the future of journalism” font_container=”tag:p|font_size:24|text_align:left” link=”url:https%3A%2F%2Fwww.indexoncensorship.org%2F2014%2F09%2Fseeing-the-future-of-journalism%2F|||”][vc_column_text]While debates on the future of the media tend to focus solely on new technology and downward financial pressures, we ask: will the public end up knowing more or less? Who will hold power to account? The subject is tackled from all angles, from our writers from across the globe.

With: Iona Craig, Taylor Walker, Will Gore[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=”1/3″][vc_single_image image=”80562″ img_size=”medium” alignment=”center” onclick=”custom_link” link=”https://www.indexoncensorship.org/2014/09/seeing-the-future-of-journalism/”][/vc_column][vc_column width=”1/3″ css=”.vc_custom_1481888488328{padding-bottom: 50px !important;}”][vc_custom_heading text=”Subscribe” font_container=”tag:p|font_size:24|text_align:left” link=”url:https%3A%2F%2Fwww.indexoncensorship.org%2Fsubscribe%2F|||”][vc_column_text]In print, online. In your mailbox, on your iPad.

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Contents: The big squeeze

[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”Contributors include Richard Sambrook, Dominic Grieve, Roger Law, Karim Miské, Mark Frary and Canan Coşkun”][vc_row_inner][vc_column_inner width=”1/2″][vc_column_text]

The spring issue of Index on Censorship magazine looks at how pressures on free speech are currently coming from many different angles, not just one. Richard Sambrook, former director of global news at the BBC, shows how journalists are in a bind, caught between what advertisers want and what readers want. Also looking at journalists, Duncan Tucker casts his eye on the grave situation in Mexico, where getting to the truth involves working against the government, violent cartels and even coworkers.

[/vc_column_text][/vc_column_inner][vc_column_inner width=”1/2″][vc_single_image image=”88802″ img_size=”full”][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_column_text]

Meanwhile, in the Maldives Zaheena Rasheed shows how a mix of forces conspire against those who want to write anything beyond the usual tourist sale pitch.

But the squeezes on free expression don’t just concern journalists. Annemarie Luck reports from Japan, where penis festivals are popular, but women struggle to discuss their own bodies. Can they find a voice through art and manga? For musician Smockey from Burkina Faso, art should indeed be a way to confront truth and yet that’s not always the case. Expectations run high for him to not be “too political” in his lyrics.

Universities, normally the cradle of free expression, aren’t faring too well either, as two articles show. Jan Fox reports from the USA, where bias response teams are becoming a staple of US collegiate life. In South Africa Fees Must Fall has created a divide between right and left, writes Natasha Joseph, with neither side talking to each other and those in the middle being silenced altogether.

Outside of our special report, Roger Law, creator of the iconic TV satire Spitting Image, talks about the great fun he had with the series back in the day and questions whether the show would be able to air today. Alfonso Lázaro de la Fuente might say no. He was one of the Spanish puppeteers arrested last year for a show that referenced Basque-separatist organisation ETA. In an Index exclusive, he explains what the charges have meant for his personal and professional life.

Want to know how to spot fake news? Then read Reel-time news in which Index’s team of experienced global reporters offer tips on how to spot fake news from a mile/screen away. And don’t miss Martin Rowson‘s fake o’clock news, a hilarious – and sinister – take on what a future of alternative facts would look like.

Index also publish an interview with Turkish journalist Canan Coşkun, whose coworkers are currently in jail, and a pair of writers discuss the situation of free speech in Poland, which is tumbling down global charts following the election of the Law and Justice party. And in the UK, former attorney general Dominic Grieve reveals that MPs are avoiding hard talk in parliament.

Finally, the culture section includes a short story from award-winning French writer Karim Miské and original work from Vyacheslav Huk, a Crimean novelist who is unable to publish work in his mother tongue.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”SPECIAL REPORT: THE BIG SQUEEZE” css=”.vc_custom_1481731933773{margin-right: 0px !important;margin-left: 0px !important;border-bottom-width: 1px !important;padding-top: 15px !important;padding-bottom: 15px !important;border-bottom-color: #455560 !important;border-bottom-style: solid !important;}”][vc_column_text]

The Big Squeeze: Freedom of speech under pressure

Fact-filled future? by Rachael Jolley: Journalists need to step up, and produce more detailed news coverage. The public needs it

Between a rock and a hard place, by Duncan Tucker: Mexico’s journalists face threats from cartels, the government and each other

Reality rapped, by Smockey: An award-winning musician from Burkina Faso explains why he won’t water down his lyrics to avoid rocking the boat, despite pressure to do so

Talking a tightrope, by
 Kaya Genç: Despite the crackdown in Turkey, the post-Gezi spirit still survives among the determined

Taking the bait, by Richard Sambrook: The quest for instant gratification online is seriously compromising news reporting 

Dangerous minds, by Natasha Joseph: Rather than creating an alliance, Fees Must Fall is limiting free speech at South Africa’s universities, leaving some early supporters disheartened 

Japan’s Madonna complex, by Annemarie Luck: Japan’s contradictory attitudes include highly sexualised images of women and women not being allowed to talk about sex-related subjects

Squeezed in the closet, by Hannah Leung: Get married and be quiet are the messages China’s LGBT community is given 

Degrees of separation, by Jan Fox: The author investigates units appearing on US campuses suggesting students should report lecturers who they feel are biased

Dying to tell a story, by Sadaf Saaz: The list of what Bangladesh writers cannot talk about is getting longer, but that isn’t stopping some from writing

Trouble in paradise, by Zaheena Rasheed: Behind the image of palm-lined beaches is a side of the Maldives the government doesn’t want you to see

Your cover is shown, by Mark Frary: Tech giants and governments are out to get your data. Soon it might be impossible to remain anonymous 

Stripsearch cartoon, by Martin Rowson: Tune in to the fake o’clock news

Composing battle lines, by Steven Borowiec: Why have South Korean pop stars found themselves caught in crossfire between their country and China?

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”IN FOCUS” css=”.vc_custom_1481731813613{margin-right: 0px !important;margin-left: 0px !important;border-bottom-width: 1px !important;padding-top: 15px !important;padding-bottom: 15px !important;border-bottom-color: #455560 !important;border-bottom-style: solid !important;}”][vc_column_text]

We have no time for fear, by Canan Coşkun: A Turkish journalist on the perils of reporting in her country when fellow reporters are imprisoned 

Reel-time news, by Natasha Joseph, Kaya Genç, Jemimah Steinfeld, Duncan Tucker, Abraham T Zere, Raymond Joseph: As “fake news” dominates headlines, Index’s global team of experienced journalists offers tips on how to spot falsehoods before you click and share

Singing from the same hymn sheet, by Suhrith Parthasarathy: Rising Indian nationalism is creating a repressive state where non-conformity is deemed unpatriotic  

Poland: Special Focus, by Wojciech Przybylski, Marcin Król: Poland has gone from free speech hero to villain almost overnight. Two writers discuss the shift and why history is being rewritten 

Shooting from the hip, by Irene Caselli: A new mayor in a Mexican border city believes he will make it less dangerous for journalists  

Silence in the house, by Dominic Grieve: The former UK attorney general says MPs are shying away from tough topics in parliament

Puppet masters, by Roger Law: The creator of iconic TV satire Spitting Image on whether we still have our sense of humour

Drawing the line, by John Power: Australia is debating free speech, one cartoon at a time. Cartoonist Bill Leak interviewed just before he died

Puppet state, by Alfonso Lázaro de la Fuente: A Spanish puppeteer, arrested after terrorism charges related to a show, discusses the impact on his life

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Novel take on terror, by
 Karim Miské: The award-winning crime writer on why fiction and reality overlap. Plus his short story featuring a future where tech rules supreme. Interview by Sally Gimson

The war of the words, by Amira Hanafi: Translated extracts from an American-Egyptian writer’s project to capture the shifting linguistic landscape in Egypt since 2011. Interview by Sally Gimson

Crimean closedown, by Vyacheslav Huk: The Crimean novelist on being unable to publish in his mother tongue and a story of the narrator’s memories. Introduced and translated by Steve Komarnyckyj

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Index around the world, by
 Kieran Etoria-King: What to look out for at Index’s Freedom of Expression Awards 2017, alongside news of other projects that Index has been working on in the last few months 

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”END NOTE” css=”.vc_custom_1481880278935{margin-right: 0px !important;margin-left: 0px !important;border-bottom-width: 1px !important;padding-top: 15px !important;padding-bottom: 15px !important;border-bottom-color: #455560 !important;border-bottom-style: solid !important;}”][vc_column_text]

Getting print out, by Jemimah Steinfeld: Self-publishing may be a new solution to censorship in China and other countries 

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=”SUBSCRIBE” css=”.vc_custom_1481736449684{margin-right: 0px !important;margin-left: 0px !important;border-bottom-width: 1px !important;padding-bottom: 15px !important;border-bottom-color: #455560 !important;border-bottom-style: solid !important;}”][vc_column_text]Index on Censorship magazine was started in 1972 and remains the only global magazine dedicated to free expression. Past contributors include Samuel Beckett, Gabriel García Marquéz, Nadine Gordimer, Arthur Miller, Salman Rushdie, Margaret Atwood, and many more.[/vc_column_text][vc_row_inner][vc_column_inner width=”1/2″][vc_single_image image=”76572″ img_size=”full”][/vc_column_inner][vc_column_inner width=”1/2″][vc_column_text]In print or online. Order a print edition here or take out a digital subscription via Exact Editions.

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